[ Pobierz całość w formacie PDF ]

Y dicho esto, se retiró como la primera vez.
Gran dificultad hubieran experimentado los concurrentes para hallar palabras apropiadas con que
expresar su asombro, aunque hubiesen tenido ms tiempo para buscarlas. Pero no pudieron tomrselo,
porque apenas el enviado cerró la puerta, sonó un tercer golpe, y el mismo Tackleton penetró en la casa.
-Seora Peerybingle -dijo el comerciante de juguetes con el sombrero en la mano-: siento mucho lo
ocurrido, mucho ms de lo que lo he sentido esta maana. He pensado largamente en ello, John Peerybingle;
mi carcter es bastante malo por naturaleza; pero no puede menos de mejorarse un tanto al lado de un
hombre como vos. Caleb, la niera me dio inconscientemente ayer por la noche cierto consejo enigmtico,
cuya clave he podido hallar. Me sonrojo al pensar cun fcil me hubiera sido asegurarme vuestro cario y el
de vuestra hija, y cun idiota he sido al creerla idiota. Amigos mos -permitidme que os llame as-; mi casa
est muy solitaria esta tarde. No tengo ni un solo grillo en mi hogar. Apiadaos de mi soledad y permitidme
que permanezca en vuestra feliz compaa.
Al cabo de cinco minutos estuvo como en su propia casa. Haba que verle! Cómo se las haba arreglado
toda su vida para disimular en tanto tiempo aquella inmensa jovialidad! Oh, qu no habran hecho las hadas
para cambiarle de aquella manera!
-John! Queris mandarme, o no, esta noche, a casa de mis padres? -murmuró Dot en voz baja.
-Bien cerca haba estado de disponerlo!
Sólo faltaba un ser viviente para completar el cuadro; pero llegó en un abrir y cerrar de ojos, sediento,
muy alterado por la carrera que haba hecho y procurando con intiles esfuerzos meter la cabeza en el gollete
demasiado estrecho de un cntaro. Haba seguido el coche hasta el trmino del viaje, muy contrariado por la
ausencia de su amo y prodigiosamente rebelde hacia el sustituto. Despus de haber dado alguna vuelta por
los alrededores del establo, haba procurado intilmente excitar al caballo a que volviese solo y por un acto
positivo de rebelión se haba tendido delante del fuego en la sala comn del figón vecino. Pero cediendo
sbitamente a la convicción de que el sustituto del honrado John no vala la pena de que se le tomase en
serio, se levantó, le volvió la espalda y prosiguió el camino de su casa.
Luego empezó el baile. Me hubiera contentado con mencionar de un modo general esta diversión, sin
decir ni una palabra ms, si no tuviese algn motivo para suponer que fue un baile muy original y de carcter
poco comn. He aqu cómo se pusieron a la obra los concurrentes:
Eduardo, que era un muchacho bondadoso y francote, les haba contado mil maravillas de los loros, las
minas, los mejicanos, el oro en polvo, etc., cuando de pronto se le ocurrió la idea de saltar de la silla y
proponer un baile, ya que el arpa de Berta estaba all, y Berta la tocaba primorosamente. Dot -buena pieza!,
bastante hipocritona algunas veces!- pretendió que el tiempo del bailoteo haba pasado para ella; pero yo
presumo que la causa verdadera de su reserva fue que el mandadero fumaba su pipa, y ella prefera
permanecer a su lado. Con este precedente, la seora Fielding no poda aceptar bailarn alguno, y quedó
obligada a decir que el tiempo de la danza tambin haba pasado para ella, y todos dijeron lo mismo, excepto
May; May estaba pronta a bailar.
De modo que Eduardo y May se levantaron, entre el aplauso general, para bailar solos, y Berta tocó la
pieza ms arrebatadora de su repertorio.
Pues bien; creedme o no, apenas hubieron bailado cinco minutos, sbitamente el mandadero tira la pipa,
coge a Dot por la cintura, se lanza en medio de la habitación y voltea rpidamente con ella haciendo piruetas,
ora sobre los talones, ora sobre la punta del pie. Apenas les vio Tackleton, se deslizó suavemente hacia la
seora Fielding, la cogió por la cintura y siguió el vaivn. Al notarlo el viejo Dot, se puso en pie y arrebató a
la seora Dot en medio del grupo, ponindose a su cabeza; Caleb, al verlos, tomó a miss Slowboy por ambas
manos y partió en seguida con ella, y miss Slowboy, convencida por completo de que las nicas reglas de
danza consisten en penetrar vivamente entre las dems parejas y ejecutar a su costa cierto nmero de
choques ms o menos violentos, se entregó a estos ejercicios con entusiasmo. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • reyes.pev.pl